sábado, 29 de septiembre de 2012


Capítulo 2



Me acerqué hasta aquel bar tan pintoresco y empujé la puerta para entrar. Una vez dentro me aproximé hasta la barra para pedir un bocata de jamón. Saqué la cartera para pagarlo, así verificando que tenía dinero suficiente para aquellos dos días que iba a estar fuera de casa.
Me senté en la mesa más próxima la cual estaba algo arrinconada y rodeada por dos taburetes. Cuando me terminé el bocadillo tiré el envoltorio a la papelera y me dirigí al baño.
Una vez dentro apoyé la mochila en el suelo y me lavé las manos. Mientras me agachaba para recoger la bolsa, noté cómo algo se deslizaba por el bolsillo de la sudadera y aterrizaba en el báter:
-                ¡Joder, el móvil!
Me apresuré a sacarlo, pero fue en vano. Goteaba agua y en la pantalla táctil comenzaron a salir manchas ovaladas que indicaban el penoso estado en el que se encontraba. Genial, estaba a cientos de kilómetros de casa e incomunicada. Dudaba bastante que hubiera cabinas telefónicas en aquel lugar, ya que hasta el momento no había visto ninguna.
Salí del local a todo correr, como si estuviera intentando huir de la pésima suerte que parecía acompañarme aquel día tan importante. Las cosas no podían salir mal, no, no y no. Estaba resignada y me perdí por las callejuelas, recordando cada paso que daba, cada calle que cruzaba para así poder volver al punto de partida.
Las calles estaban transitadas mayormente por gente anciana que no tenía ninguna prisa y grupos de turistas adolescentes que parecían ir en busca de recordatorios para sorprender a sus familiares.
Al final de la calle había un parque rodeado de bancos. Decidí sentarme para hacer tiempo y que la espera no se me hiciese tan larga. Intentaba mantener mi mente tranquila apartando los recuerdos que amenazaban con adueñarse de mi pensamiento. No surgió mucho efecto, cuanto más intentaba borrar las vivencias de mi cabeza, con más fuerza volvían.
En el colegio, nos enseñaron que un cuento se divide en tres partes: el principio, donde se narra el comienzo de la historia, el desarrollo, donde se plantea un problema y el final, el momento en el que todo se soluciona y los protagonistas viven felices para siempre. Ya, pues eso no siempre es así. Y menos en la vida real.
Dos años atrás, cuando apenas había cumplido los catorce, ya había empezado a sentir que las motos eran más que un pasatiempos. Yo quería vivir de ello, como cualquier otra persona de su trabajo. Así pues, me compré una moto roja que en ese mismo momento me estaba esperando en un lugar a no sé cuántos kilómetros. La misma con la que meses atrás había competido y de la que me había resbalado, de esa manera lanzándome y haciendo que me golpeara contra el suelo. Las roturas físicas no fueron nada comparadas con el dolor emocional: había perdido la oportunidad de entrar en un centro que se dedicaba exclusivamente a crear nuevas promesas del motocross y ya de paso, me había roto el brazo izquierdo. Ese había sido el final de la carrera. ¿Feliz? Para nada.
Miré el reloj y vi que eran las 11:30. Sería mejor que empezase a buscar el autobús si no quería que se marchase sin mí.
Recorrí las mismas calles sorprendiéndome a mí misma de la memoria que tenía. De pronto vi un supermercado que no me sonaba de nada. “Demasiado bueno para ser cierto” pensé. No me costó mucho darme cuenta de que me había perdido y sin móvil. “¡Qué lista eres, cari!”. Me maldije por haberme alejado tanto de la parada de bus. No me quedó más remedio que ir preguntando a la gente para que me dirigiera hasta el “Bar la caña”.
Aproximadamente media hora más tarde encontré el ansiado lugar. No me sorprendió ver que no había rastro del autobús. Aunque para mi sorpresa no me desilusioné demasiado. Detrás de mí corrían desesperados Eloy y el chico de pelo castaño. Genial, si faltaban tres competidores a la carrera tal vez se verían obligados a suspenderla y celebrarla otro día:
-                No creía que me iba a alegrar tanto de veros, el autobús se ha marchado.
Haciendo una mueca que indicaba “¿Qué se le va a hacer?” me acerqué hasta ellos. 




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