domingo, 30 de septiembre de 2012


Capítulo 4


-                No creo que sea buena idea empezar ya. Todavía faltan cosas por resolver, cabos por atar y si comenzamos tan pronto será muy fácil que nos descubran. Ni siquiera estamos seguros de que nadie sabe sobre la existencia del lugar. Nos falta investigar sobre unas cuantas familias y para eso tenemos que ser lo más discretos posibles.
-                Carlos me ha llamado esta tarde. Me ha dicho que en una semana estarán todos los datos procesados en el ordenador y que podremos empezar a llamar a los aliados.
-                ¿De cuántos estamos hablando?
-                Aproximadamente 600. Pero no te preocupes, tienen todo tipo de armas, las más modernas y efectivas. Tampoco nos conviene que haya muchos más, ya que podría correr la voz y ya sabes lo que vendría después. Además, dudo que en este pueblucho haya una sola pistola. Los podremos controlar fácilmente y si alguno se nos une, mejor.
-                Está bien, mañana nos volveremos a juntar en la plaza de la Iglesia para terminar de decidirlo todo. No tardes Jorge y asegúrate de que nadie te siga.
-                Bien. Hasta mañana.
Desde nuestro escondite pudimos ver cómo los dos hombres se alejaban el uno del otro y caminaban rápido hasta sus hogares. Más que raro parecía siniestro. Eloy rompió el silencio diciendo lo que todos estábamos pensando:
-                ¿Qué ha sido eso? Quiero decir que... En fin, estamos perdidos en un pueblo que no forma parte del mapa y como si la cosa no fuese ya lo suficientemente extraña aparecen dos tipos diciendo que van a venir 600 hombres armados y no con intención de protegernos precisamente.
No sabía de qué se trataba todo aquello, pero la intriga me corroía por dentro y más sabiendo que corríamos peligro. Necesitaba averiguar qué iba a ser de aquel pueblo, pero sobretodo necesitaba salir de allí junto con mis dos compañeros:
-                Bueno, pues ahora solo tenemos que encontrar la plaza de la Iglesia.
-                ¿Estarás de broma no?
-                Para nada. No sabemos cuánto tiempo vamos a estar aquí, ni si alguien vendrá a buscarnos. Tampoco tenemos forma de comunicarnos; a lo mejor no os habéis dado cuenta pero en todo el pueblo no hay una sola cabina telefónica y ni siquiera estamos seguros de que haya línea de autobús hasta Torvino. Por si todo eso fuera poco lo más probable es que estemos en peligro a menos que esos dos hombres estuvieran bromeando.
-                Está bien, pero ahora dormimos que mañana hay que levantarse con energías.

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