sábado, 29 de septiembre de 2012

Capítulo 3


Eloy no tardó en contestarme:
-                Muy contenta estás tú. ¿No ibas a competir?
-                Claro, pero me siento mejor si vosotros también os perdéis la carrera. Además, me hacéis compañía, que eso siempre es bueno. Bueno, ¿Por qué habéis llegado tarde si se puede saber?
El compañero de viaje de Eloy se acercó y dio respuesta a mi pregunta:
-                Somos turistas, despistados y con pocos reflejos.
-                Y eso quiere decir que...
-                Nos han robado. Mientras bebíamos agua en una fuente hemos dejado las mochilas en un banco y no han tardado ni diez segundos en aparecer tres ciclistas y llevárselas. Hemos corrido tras ellos pero solo hemos conseguido recuperar la mía con apenas dos bocatas y algo de dinero. De película ¿No crees?
Me reí obviando la torpeza que los caracterizaba. A mí jamás me hubiera pasado, aunque no lo pareciera era bastante desconfiada. Ahora tendríamos que apañárnoslas para compartir el dinero con Eloy.
-                Podría haber sido peor y que hubiera empezado a llover, como en las pelis. Me llamo Arlaiss Hightower ¿Tú?
-                Bueno, para mí eres Arlaiss no sé qué, que ya me va a costar aprenderme solo tu nombre.
No lo dijo con mala intención sino para que hubiera complicidad entre los dos ya que íbamos a tener que soportarnos durante aquellos días. Además ya me imaginaba de antemano que le extrañaría la elección de mis padres al escoger mi nombre.
-                No me digas que es raro, ya me lo han dicho suficientes veces.
-                Entonces lo pienso para mis adentros. Yo soy Adán.
De pronto habló Eloy, del que me había olvidado completamente, haciendo que volviera a centrarme en nuestra penosa situación.
-                Al menos déjanos el móvil para poder avisar a nuestros padres y que nos vengan a recoger.
-                Pues esa es otra historia muy graciosa.
-                ¿Qué quieres decir?
-                Que ahora lo más parecido que tengo a un móvil es mi MP4. Se me ha caído al váter y confiaba en que al menos uno de los dos conservara el suyo, pero ya veo que no.
-                Venga, más nos vale encontrar un hostal si no queremos pasar la noche al aire libre, porque aunque ahora haga calor luego refresca y la brisa se pasea cerca del mar.
-                Al menos hay playa, siempre podemos cazar unos cuantos cangrejos y comérnoslos.
-                Qué graciosa, si no te conociera pensaría que hablas en serio.
Estuvimos dando vueltas durante horas, rodeando la ciudad y cruzándola de lado a lado. Aun y todo no encontramos ningún alojamiento que se ajustara a nuestro presupuesto así que no nos quedó más remedio que entrar en una especie de cajero.
La verdad es que la ciudad parecía mucho más grande de lo que era. Apenas cinco mil habitantes vivirían en ella y para las siete de la tarde no se veía un alma por las calles. Los pequeños negocios cerraban a las seis y no había ni un solo centro comercial en el kilómetro cuadrado que debía de ocupar la “ciudad”, aunque le pegaba más llamarlo pueblucho. Me extrañaba que hubiera tanto turista visitando aquel lugar perdido en algún lugar del mundo. Probablemente sería casi imposible situarlo en un mapa, era como si no existiera, ni siquiera el conductor del autobús sabía su nombre cuando llegamos.
Durante el viaje habíamos tenido que cambiar de dirección por culpa de una calle cortada y nos topamos con aquel pueblo. Dimos con su nombre preguntando a un anciano que paseaba por la costa. Incluso al conductor se le hizo complicado señalarles a sus compañeros dónde nos encontrábamos para que trajesen la rueda de repuesto.
Dentro del cajero nos acurrucamos bajo la única manta que llevaba en la mochila. No pensaba que fuera a usarla pero me vino bien ese “por si acaso” que dije justo antes de meterla junto a los bocatas.
Compartimos dos bocadillos de lomo partiéndolos en tres porciones y comimos en silencio. No duró mucho aquel ambiente silencioso, pues escuchamos suaves murmullos que provenían de fuera. Enseguida nos acercamos hasta la puerta haciendo el menor ruido posible y escuchamos lo que dos hombres discutían:





No hay comentarios:

Publicar un comentario